Cuando los ESPAÑOLES CAZARON a los FRANCESES - Batalla del Rio Sesia
Tras la ambiciosa conquista de Francisco I a francia, éste fue apalizado en bicoca, y esto desembocó en una serie de movimientos donde los franceses, junto a sus refuerzos, salieron muy mal parados, siendo perseguidos por una manada de leones cazando una cebra, siendo rodeados y sacándolos de Italia a base de pica.
HÉROES DE ESPAÑA
8/3/20247 min read
Tras la ambiciosa conquista de Francisco I a Francia, este fue apalizado en Bicoca, y esto desembocó en una serie de movimientos donde los franceses, junto a sus refuerzos, salieron muy mal parados, siendo perseguidos por una manada de leones cazando una cebra, siendo rodeados y sacándolos de Italia a base de pica.
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En mil quinientos veinticuatro, tras la derrota en la batalla de Bicoca, el rey Francisco Primero de Francia no se rindió. Decidió enviar un nuevo ejército de 18,000 soldados bajo el mando del almirante Bonnivet para intentar recuperar el Ducado de Milán. Mientras tanto, Prospero Colonna, con solo 9,000 hombres, se retiró estratégicamente a Milán, dejando un sentimiento de incertidumbre en el aire.
Sin embargo, Bonnivet no aprovechó la oportunidad. Temiendo un enfrentamiento con un enemigo que creía superior en número, decidió no atacar a Colonna, lo que permitió que este se reagrupara y se fortaleciera. Pero el destino intervino de manera inesperada. La enfermedad debilitó a Colonna, obligándolo a retirarse del mando y dejando el liderazgo en manos de Carlos de Lannoy. Colonna falleció el treinta de diciembre.
Las fuerzas imperiales contaban con un respaldo considerable en su campaña. Además del apoyo del duque de Milán, contaban con el respaldo de Venecia y el marqués de Mantua. Pero eso no era todo, pues se sumaban a sus filas las tropas de Carlos Tercero de Borbón, Fernando de Ávalos, el marqués de Pescara y el marqués de Alarcón. Con esta poderosa coalición, los imperialistas se encontraban en una posición ventajosa en la lucha por el control de la región.
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La campaña se distinguió por una serie de guerrillas y escaramuzas que se extendieron por toda la región, sembrando el caos y la incertidumbre en el camino. Sin embargo, el punto culminante llegó cerca de la ciudad de Romagnano, donde las fuerzas enfrentadas se encontraron al cruzar el río Sesia. Fue en este cruce donde se libró una batalla crucial que definiría el destino de la región y de quienes la disputaban.
En una estrategia audaz, los comandantes imperiales Pescara y Giovanni de Medici lanzaron un ataque nocturno con 3,000 soldados en encamisadas, aprovechando la oscuridad para sorprender a las tropas francesas. Mientras tanto, el borgoñón Carlos de Lannoy aseguraba la retaguardia, cubriendo cualquier posible escape de los enemigos. El escenario de esta confrontación fue Robecco, cerca de Pavía.
En las batallas subsiguientes, las fuerzas francesas se encontraron abrumadas por la ferocidad del ataque del ejército imperial y se vieron obligadas a retroceder, abandonando una considerable cantidad de valioso material de caballería en su retirada.
La intensidad del combate y la superioridad numérica y táctica de las fuerzas imperiales superaron la resistencia francesa, provocando una huida caótica y precipitada. Francisco Primero organizó dos contingentes para socorrer al almirante Bonnivet, que estaba en apuros. Consistía en 7,500 suizos y el segundo contingente estaba formado por 4,000 grisones. Su objetivo era llegar hasta Lodi, donde se encontraba otro contingente francés de más de 2,000 hombres, con la intención de romper el eje hispano-veneciano y proporcionar ayuda efectiva a Bonnivet.
Las tropas venecianas, aliadas en esta ocasión con los españoles, anticiparon las intenciones francesas y se lanzaron a su encuentro, pero sin éxito. Sin embargo, Giovanni de Medici, con 2,500 hombres, logró encontrar a los franceses en Almenno San Bartolomeo. Se desencadenaron escaramuzas entre las fuerzas enfrentadas.
Ante la amenaza inminente de estar rodeados por las fuerzas enemigas, los grisones tomaron la decisión de emprender el retorno a Francia para preservar sus vidas y evitar ser capturados por el ejército imperial.
Sin embargo, antes de partir, llevaron a cabo un último acto de desesperación: saquearon las poblaciones por donde pasaban. Esta medida, aunque desesperada, tenía como objetivo asegurar recursos para el viaje de regreso y evitar que cayeran en manos del enemigo.
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En un momento crítico, el marqués de Pescara, siempre vigilante, observó cómo el ejército francés cruzaba el puente y decidió lanzarse sobre él con rapidez y determinación. La repentina embestida provocó el caos entre los soldados franceses y suizos, que se encontraban en medio de la travesía. El puente, abarrotado de tropas, no resistió la presión y se derrumbó, arrastrando consigo a numerosos soldados en la corriente del río.
La situación se tornó aún más desesperada cuando los soldados que aguardaban para cruzar el río, al percatarse de la proximidad de las tropas españolas, se vieron presos del pánico y se lanzaron al agua en un intento frenético por escapar del inminente peligro. El caos se apoderó del puente, con hombres luchando por encontrar una salida y otros siendo arrastrados por la corriente impetuosa del río Sesia. En medio del tumulto, gritos desgarradores resonaban en el aire mientras soldados desesperados luchaban por mantenerse a flote, algunos siendo incapaces de resistir la fuerza del agua y sucumbiendo ante ella. La escena era dantesca, con cuerpos flotando a la deriva y el sonido ensordecedor de la batalla aún retumbando en los oídos de los supervivientes. La tragedia se cernía sobre el puente, dejando a su paso un rastro de dolor y desolación que perduraría en la memoria de aquellos que presenciaron aquel fatídico momento.
Los españoles, persiguiendo a los franceses, descubrieron un vado que les permitió a su caballería e infantería avanzar y continuar la persecución. Mientras tanto, Bonnivet ordenó colocar piezas de artillería detrás de su ejército para cubrir su retirada, pero estas fueron capturadas por las fuerzas imperiales, que las utilizaron para fortificarse. Ante esta situación, los franceses lanzaron a su caballería en un intento desesperado por recuperar la artillería perdida.
En medio del combate, Bonnivet resultó herido por un disparo y quedó incapacitado, pasando el mando del ejército al aclamado caballero Bayardo. Este lideró un audaz ataque con la caballería contra los imperiales, logrando arrebatarles dos de las piezas de artillería, aunque a costa de ser gravemente herido por un arcabucero. Bayardo cayó prisionero y, poco después, sucumbió a sus heridas, encontrando su muerte en el campo de batalla.
Mientras las fuerzas francesas se retiraban hacia Ivrea, los refuerzos suizos debían proteger la retaguardia, enfrentándose con determinación a las tropas de Pescara.
Ante esta situación, se asignó a Alarcón la importante tarea de perseguir a los suizos y evitar que pudieran reorganizarse o lanzar un contraataque. Su misión era crucial para mantener la presión sobre las fuerzas en retirada y asegurar que no pudieran reagruparse para volver a enfrentarse al ejército imperial.
Durante esta persecución, las fuerzas españolas bajo el mando de Alarcón lograron capturar 24 piezas de artillería, un importante éxito para el ejército imperial. Mientras tanto, los suizos se vieron obligados a abandonar Italia, dividiéndose en dos grupos: algunos optaron por el camino hacia Turín y Susa, mientras que aquellos que habían llegado en socorro de los franceses tomaron la ruta a través de Aosta.
Esta serie de eventos marcó el fin de la campaña militar en la región y el inicio de la retirada de las fuerzas suizas, dejando un vacío en el campo de batalla y consolidando la posición de los españoles e imperiales en el conflicto.
Los venecianos, reconociendo la difícil situación y el avance de las fuerzas imperiales, decidieron rendir la plaza de Lodi, que aún estaba bajo control francés. De manera similar, Pescara también tomó la decisión de rendir Bussy d'Amboise. En ambos casos, se permitió que los defensores franceses abandonaran las plazas con un salvoconducto seguro, pero se confiscó la artillería que tenían en su posesión.
El resultado de esta contienda fue devastador para los intereses de Francisco Primero, ya que su ejército sufrió una derrota total y significativas pérdidas. La mayoría de sus hombres de armas perecieron en la batalla, incluyendo a destacados líderes como Bayardo. Además, se perdió una cantidad considerable de material bélico, lo que debilitó aún más la capacidad militar de los franceses.
La derrota en el río Sesia dejó a Francisco Primero en una situación desfavorable, con su poder militar menguado y sus ambiciones en Italia seriamente afectadas.
Se estima que alrededor de 5,000 esguízaros, soldados suizos que luchaban en las filas francesas, perdieron la vida en la contienda. Esta derrota dejó a Francisco Primero en una situación precaria, con su ejército diezmado y sus ambiciones en Italia severamente truncadas.
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