El TERROR de los FRANCESES - La historia del GRAN CAPITÁN ESPAÑOL
¿Conoces la historia de un general tan importante para España como el gran capitan? Un general que fue apodado como el terror de los franceses, que innovó hasta el punto de destruir los ejércitos enemigos y marcar un cambio total en la forma de combatir.
HÉROES DE ESPAÑA
7/31/202410 min read
¿Conoces la historia de un general tan importante para España como el gran capitan?
Un general que fue apodado como el terror de los franceses, que innovó hasta el punto de destruir los ejércitos enemigos y marcar un cambio total en la forma de combatir.
Gonzalo Fernández de Córdoba, el "Gran Capitán", nació en mil cuatrocientos cincuenta y tres y comenzó su destacada carrera militar en la batalla de Albuera, mostrando valentía ante las fuerzas portuguesas. Nombrado virrey, innovó con tácticas basadas en la infantería y lideró reformas que dieron origen a los famosos tercios españoles, marcando un cambio crucial en la estrategia militar española del siglo quince. Su legado perdura como un capítulo clave en la historia militar.
Los tercios, formaciones de infantería compactas y disciplinadas, se convirtieron en la columna vertebral de un ejército invicto desde mil quinientos tres hasta el desafortunado episodio de Rocroi en mil seiscientos cuarenta y tres.
En la fascinante travesía de Gonzalo Fernández de Córdoba, el "Gran Capitán", destellan episodios cruciales que moldearon la historia militar. Desde la Reconquista de Granada, donde selló una victoria sin igual, hasta su magistral triunfo sobre los franceses en Nápoles, donde conquistó un nuevo reino para sus señores.
Fue durante la Guerra de Granada, desatada a partir de mil cuatrocientos ochenta y dos, donde Gonzalo desplegó todo su ingenio militar. En esta campaña, los españoles buscaban expulsar a Boabdil del último reducto musulmán en la Península Ibérica. La tenacidad de los Reyes Católicos, decididos a poner fin al enclave musulmán de Granada, marcó el inicio de esta contienda.
Gonzalo se unió a la lucha al mando de una unidad de lanzas, una caballería pesada con imponentes armaduras. La guerra se extendió por casi una década, caracterizándose por incursiones, asedios, golpes tácticos y escaramuzas sin grandes batallas campales.
El Gran Capitán desempeñó un papel crucial a lo largo de la campaña, destacándose en los ataques a Álora, la fortaleza de Setenil, Loja y el asalto al castillo de Montefrío, cercano a Granada. Gonzalo era siempre el primero en atacar y el último en retirarse.
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La valerosa actitud y habilidades de mando de Gonzalo pronto captaron la atención de los Reyes Católicos. En reconocimiento a su destreza militar, le concedieron la tenencia, que equivalía a la jefatura militar, de Antequera, así como el señorío de Órgiva y una encomienda. Estos nombramientos no solo eran una recompensa, sino también una muestra de confianza en su capacidad para liderar y consolidar territorios estratégicos en la recién conquistada Granada.
A pesar de los grandes honores recibidos, Gonzalo no se conformó y, en mil cuatrocientos noventa y cinco, se lanzó a otra gran campaña, esta vez en Nápoles. Su misión era clara: detener el avance de los franceses, ávidos de expandirse militarmente tomando control de ciertos territorios. La primera campaña italiana se desató cuando el rey francés Carlos octavo invadió el reino de Nápoles con un formidable ejército, retirándose poco después pero dejando gran parte del territorio ocupado.
Gonzalo, empleando las tácticas perfeccionadas en la Guerra de Granada, liberó Calabria de enemigos, conquistó la provincia de Basilicata y, tras vencer a los franceses en Atella, entró triunfalmente en Nápoles en mil cuatrocientos noventa y seis. Fue después de este asalto cuando Gonzalo comenzó a ser conocido como el "Gran Capitán". Tras la toma de la ciudad, regresó a España como un héroe aclamado.
Aunque se firmó un tratado de paz con Francia, la tranquilidad fue efímera. El rey francés Luis décimo había pactado con Fernando el Católico para dividirse el reino napolitano. Los franceses ocuparon la mitad norte, mientras que el sur quedó bajo el dominio de las tropas españolas lideradas por el Gran Capitán.
Sin embargo, las tensiones surgieron entre españoles y franceses por disputas fronterizas. En mil quinientos dos, la guerra se reavivó cuando los franceses intentaron nuevamente apoderarse del Reame. Ante este desafío, el Gran Capitán no vaciló y se dispuso a enfrentarse a los enemigos de España. Una de las primeras batallas en este conflicto fue la de Ceriñola, donde Gonzalo tuvo que emplear toda su experiencia militar para asegurar la victoria.
La batalla de Ceriñola, sin duda, marcó un cambio fundamental en la historia militar. Hasta ese momento, la fuerza de los ejércitos se medía principalmente por la cantidad de caballería pesada disponible. Sin embargo, tras este enfrentamiento, la mentalidad militar evolucionó y la importancia de la infantería comenzó a destacar.
El escenario de la batalla fue un diminuto punto en la Apulia italiana, encaramado en lo alto de una colina cubierta de viñedos y olivos. En esta contienda, las tropas del Gran Capitán resistieron los ataques franceses, incluso después de haberse visto obligadas a retirarse en varias ocasiones. Este enfrentamiento no solo fue una victoria estratégica, sino que también simbolizó el cambio de paradigma en la guerra, donde la infantería adquirió un papel crucial, redefiniendo la forma en que se concebía la fuerza militar.
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De hecho, antes de la batalla, el Gran Capitán demostró su mentalidad avanzada y revolucionaria. Y es que, para llegar a la ciudad Ceriñola y poder preparar las defensas concienzudamente antes del ataque de los franceses, Gonzalo forzó a sus caballeros a hacer algo nunca antes visto y que suponía una afrenta a su honor.
Ante la travesía hacia Ceriñola por terreno arenoso y cercano a la costa, el Gran Capitán innovó al ordenar a los caballeros de su ejército llevar infantería en la grupa de sus monturas, una táctica poco convencional que hizo más ardua la marcha. Aunque fuera un método poco común, esta decisión mejoró significativamente la movilidad y moral de la tropa, permitiéndole ganar tiempo y destacando una vez más su agudo ingenio táctico.
Este acto permitió a los españoles preparar las defensas de la ciudad, que consistieron en cavar un foso y una pared de tierra alrededor de Ceriñola, lo que les permitía aprovechar la situación elevada del enclave. Además, el Gran Capitán pudo establecer una estrategia que más tarde sería reconocida como un preludio de la guerra moderna.
Los franceses no tardaron en mostrar sus fuerzas, lideradas por su comandante Luis de Armagnac, quien desplegó a sus tropas unos días después. En el lado francés, la composición variaba a medida que avanzaba la guerra, pero se estimaba alrededor de mil caballeros, dos mil jinetes ligeros, seis mil infantes, dos mil piqueros suizos y veintiseis cañones.
En contraste, Gonzalo Fernández de Córdoba comandaba un ejército compuesto principalmente por infantería. Del lado español, había solo seiscientos caballeros, cinco mil infantes y dieciocho cañones, con un refuerzo adicional de dos mil mercenarios alemanes.
Aunque las fuerzas en números estaban relativamente equilibradas, los franceses tenían una marcada superioridad en caballería pesada, y su artillería duplicaba a la española. En cambio, los españoles contaban con un mayor contingente de arcabuceros, una fuerza que demostraría ser decisiva en el transcurso de la batalla.
Ante la abrumadora fuerza de la caballería francesa, Gonzalo ideó una estrategia innovadora: colocar a las tropas de disparo en primera línea, frente a las defensas. El Gran Capitán organizó a los arcabuceros y espingarderos en la vanguardia, seguidos por la infantería alemana y española, mientras que la caballería se ubicaba en la retaguardia. En el centro del despliegue, él mismo supervisaba minuciosamente la disposición de todas las tropas.
Todo estaba listo para un combate feroz. Sin embargo, antes de desenfundar una espada, el Gran Capitán demostró una vez más su valentía. En los momentos previos a la batalla, Gonzalo se quitó el casco. Cuando uno de sus capitanes le preguntó la razón, él respondió: "Quienes lideran un ejército en un día como hoy no deben ocultar el rostro".
El enfrentamiento se desencadenó con la caballería francesa avanzando con orgullo hacia las tropas españolas. Hasta ese momento, una de las visiones más temibles para un adversario de Francia era la imponente carga de los jinetes con las armas alzadas. Sin embargo, esta vez fueron recibidos con una descarga de fuego.
Cuando se desató el fuego, las balas de los arcabuceros españoles infligieron estragos en la caballería pesada francesa, que se vio impedida de avanzar debido al foso lleno de estacas y pinchos.
Incapaces de progresar, los jinetes, desesperados, intentaron encontrar alguna brecha en las defensas del Gran Capitán galopando, pero sus esfuerzos fueron en vano y resultaron en la muerte de Luis de Armagnac, alcanzado por múltiples disparos.
Después de la derrota de la caballería pesada, la infantería francesa se preparó para avanzar, pero sufrió importantes bajas debido al fuego español. Antes de que los soldados alcanzaran la primera línea de arcabuceros y los aniquilaran, el Gran Capitán ordenó la retirada de estas tropas de disparo para evitar bajas.
Aprovechando esta maniobra, el Gran Capitán cargó con todas sus fuerzas de infantería contra las diezmadas tropas del difunto Armagnac. Sin apenas dificultades, las unidades de Gonzalo aniquilaron los restos del ejército francés.
Incluso la caballería ligera francesa resultó impotente para socorrer a sus camaradas, ya que fueron arrollados por los jinetes españoles. La batalla apenas duró una hora y se saldó con una victoria total.
Gonzalo demostró que, de ahí en adelante, las batallas se ganarían con la infantería. Utilizando compañías formadas por soldados distribuidos en tercios, es decir, en tres partes, Gonzalo se adelantó cuatro siglos a Napoleón, escapando de la guerra frontal y empleando tácticas envolventes y marchas forzadas de infantería, evitando así los cuadros mercenarios suizos que solía utilizar Francia.
Aún así, no toda la historia del Gran Capitán es buena. Como ya conocimos con Blas de Lezo y su vídeo, los grandes generales y figuras suelen ser repudiadas por el estado. Este también fue el caso del Gran Capitán. El rey español estaba constantemente encima de él, ya que era un general muy importante y que, si se revelaba contra la corona española, atraería a todas sus tropas con él.
Uno de los problemas fue cuando exigía que le explicara todos los gastos en la campaña militar, ya que pensaban que estaban defraudando dinero.
Irónicamente, en el capítulo de gastos de las "Cuentas del Gran Capitán" se incluyeron partidas como: "Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y pobres para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas. Cien millones en picos, palas y azadones. Diez mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres enemigos. Cincuenta mil ducados en aguardiente para las tropas un día de combate. Ciento setenta mil ducados en renovar campanas destruidas por el uso de repicar cada día por las victorias conseguidas". Sin duda, lo más destacado fue: "Cien millones por mi paciencia en escuchar ayer que el rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino".
Este enfoque sarcástico no debió agradar al monarca, quien, consciente de la importancia del Gran Capitán, prefirió evitar un enfrentamiento directo pero no perdonó la ofensa. La decisión fue alejar a Gonzalo de Nápoles, obligándolo a adaptarse a una vida más sedentaria en sus posesiones en España. Este destino es típico para muchos héroes una vez que han cumplido su deber en la guerra y la paz finalmente llega. Sin embargo, el legado del Gran Capitán perduró en la reforma militar que dejó, marcando una huella que se extendería por siglos.
La herencia del "Gran Capitán" revolucionó la forma de combatir a nivel mundial, dejando un legado que perduró hasta la llegada de las armas de destrucción masiva. Entre los elementos destacables se encuentra la introducción de la formación de la tropa en compañías, que posteriormente se convertirían en la unidad fundamental de los tercios, cada una bajo el mando de un capitán. Además, se destacó el experto manejo de las armas de fuego individuales por parte de los combatientes de a pie, según señala Martínez Laínez. Este enfoque táctico y organizativo influyó significativamente en la evolución de las estrategias militares durante siglos.
Además de sus contribuciones mencionadas anteriormente, el Gran Capitán también introdujo un nuevo tipo de unidad llamada coronelía, que sirvió como antecedente inmediato de los tercios. Con alrededor de seis mil hombres, esta unidad tenía la capacidad de combatir en diversos terrenos. Otra innovación notable fue el equipamiento de una parte de los soldados con espadas cortas, rodelas y jabalinas. El propósito de esta táctica era permitir que estos soldados se infiltraran entre las formaciones compactas enemigas, causando estragos.
Estas enseñanzas fueron adquiridas por el Gran Capitán durante la guerra de guerrillas que representó la Reconquista de Granada, un conflicto en el cual los Reyes Católicos depositaron en los hombros del Gran Capitán los primeros pasos militares de una nueva nación en la antigua Europa llamada España.
También aprendió todo lo que pudo de su dolorosísima derrota en Seminara, de la cual te dejamos aquí el vídeo para que descubras qué aprendió:
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