Los TERCIOS con el AGUA AL CUELLO - Socorro de Goes
Hoy vamos a conocer la operación nocturna más peligrosa que tuvieron que realizar los tercios españoles. En la historia de hoy, veremos como el legendario Sancho Dávila y sus tropas atravesaron un peligroso pantano y sorprendieron a los enemigos para socorrer la ciudad sitiada.
BATALLAS
9/10/20247 min read
En mil quinientos cincuenta y nueve, Margarita de Parma asumió el gobierno de los Países Bajos españoles, nombrando a Guillermo de Orange y Egmond como Estatúderes en diferentes regiones, lo que los convirtió en figuras políticas prominentes. Sin embargo, la desconfianza hacia Felipe segundo generó tensiones, especialmente por las políticas de Granvela contra la herejía.
Guillermo de Orange, conocido como "El Taciturno", expresó su descontento con Granvela y adoptó una política de oposición. Mientras tanto, Margarita intentaba calmar la situación retirando a los tercios y promoviendo la tolerancia religiosa.
En mil quinientos sesenta y cinco, los nobles protestantes firmaron el "Compromiso de los nobles" para forzar la libertad religiosa, pero el conflicto continuó. Margarita se vio superada por la escalada de tensiones y renunció, dejando el poder en manos del Duque de Alba.
Bajo el gobierno del Duque de Alba, se estableció el Tribunal de Tumultos, que ejecutó a miles de personas, incluidos nobles como Egmond y Horn. La propaganda de Guillermo de Orange avivó el conflicto, llevándolo a la batalla, donde logró algunas victorias.
A pesar de los esfuerzos del Duque de Alba, la rebelión persistió, con los rebeldes recibiendo apoyo de Inglaterra y los "mendigos del mar". La situación se volvió crítica cuando Goes fue sitiada, pero Dávila y Mondragón lideraron un audaz intento de rescate que resultó en una victoria para las fuerzas españolas.
El veintiseis de agosto de mil quinientos setenta y dos, Jerome de Tseraart, el gobernador reformista de Flesinga, reunía un ejército compuesto por cuatro mil quinientos calvinistas flamencos y franceses, respaldados por mil luteranos alemanes y mil quinientos anglicanos de Inglaterra bajo el mando de Morgan y Gilbert. Además, contaban con una flota de cuarenta naves. Su objetivo era enfrentarse a la resistencia en Goes, también conocida como Targoes, defendida por tan solo ciento cincuenta españoles y veinticinco valones, quienes protegían la plaza fuerte bajo el liderazgo de Isidro Pacheco.
Dada la clara desventaja, el Duque de Alba encomendó a Sancho Dávila y a Cristóbal Mondragón la tarea de socorrer a las fuerzas de la corona y enfrentar la amenaza que representaba el ejército rebelde. La batalla que se avecinaba sería crucial en la lucha por el control de la región y determinaría el curso de la guerra en los Países Bajos.
El desafío era monumenta, la poderosa flota rebelde, liderada por Worst, había bloqueado las bocas del Escalda, impidiendo cualquier posibilidad de socorro por mar, que habría sido la opción más práctica. Mientras tanto, la amenaza de la derrota pendía sobre los hombres de Pacheco, atrincherados en Goes.
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Sancho Dávila y Cristóbal Mondragón se enfrentaban a un dilema formidable, cómo ayudar a Pacheco y sus fuerzas sitiadas sin poder utilizar la ruta marítima. La situación exigía creatividad y audacia para encontrar una solución que permitiera el socorro a las tropas españolas en Goes antes de que fuera demasiado tarde.
Mientras los soldados sitiados en Goes luchaban por sobrevivir, se vieron obligados a llevar a cabo incursiones nocturnas para obtener comida y suministros de los alrededores. En un acto de audacia, se aventuraron incluso a atacar la posición francesa, rompiendo una de sus trincheras y capturando a siete prisioneros enemigos.
Para demostrar su determinación y desalentar cualquier intento de ataque por parte del enemigo, los sitiados optaron por tomar medidas drásticas. Colgaron a los prisioneros capturados de las murallas de la ciudad como una advertencia clara y contundente, mostrando su voluntad de resistir y su disposición a luchar hasta el final. Este acto de valentía y firmeza sirvió para elevar la moral de los defensores y enviar un mensaje claro al enemigo de que no se rendirían fácilmente.
El río Escalda se ramifica en dos brazos hacia el norte y el oeste. En el pasado, había una isla conocida como Zuid-Beveland, que ahora es una península y está unida al continente por un largo dique que permite la agricultura en la zona. Goes se encontraba en esta isla.
Entre la región de Brabante y Goes se extendía una llanura que se encontraba parcialmente inundada, con el agua alcanzando una altura de hasta un metro y medio. Con la marea alta, la profundidad del agua podía aumentar hasta los tres metros. Esta configuración geográfica presentaba desafíos adicionales tanto para los defensores como para los atacantes, ya que complicaba las maniobras militares y el movimiento de tropas durante la batalla.
Dávila y Mondragón tomaron la decisión de cruzar el río durante la noche con un contingente de tres mil soldados españoles, valones y alemanes. La noche del veinte de octubre de mil quinientos setenta y dos, estos valientes soldados se adentraron en la oscuridad, avanzando aproximadamente diecisiete kilómetros. Llevaban la pólvora guardada en sus sombreros y las picas levantadas con bolsas de provisiones en sus puntas.
Atravesando el peligroso lodazal bajo el manto de la oscuridad nocturna, los valientes soldados avanzaban con paso firme, enfrentándose a las adversidades del terreno. Empapados y tiritando de frío, cada paso era una lucha contra la naturaleza misma, mientras el fango pegajoso intentaba arrastrarlos hacia abajo. Con determinación inquebrantable, continuaron su travesía, conscientes de que el éxito de su misión dependía de su coraje y perseverancia.
Cinco largas horas transcurrieron en medio de la penumbra, con el sonido sordo de sus botas hundiéndose en el barro y el viento gélido azotando sus rostros fatigados. Cada paso era un desafío, con el temor constante de quedar atrapados en los engañosos remolinos de lodo que amenazaban con engullirlos. Sin embargo, no flaquearon en su determinación de avanzar hacia su destino, sabiendo que enfrentaban un peligro aún mayor que las fuerzas de la naturaleza: la amenaza de los herejes que se alzaban en armas en la distancia.
Con cada paso, su compromiso se fortalecía, alimentado por la convicción de que estaban luchando por una causa justa y noble. No se detuvieron ante las dificultades, sino que continuaron avanzando, con las picas alzadas y las bolsas de provisiones en sus hombros, listos para enfrentarse a cualquier desafío que se interpusiera en su camino.
Así, en medio de la noche, en un mundo envuelto en sombras y peligros, estos valerosos soldados marchaban hacia su destino con la esperanza de alcanzar la victoria y salvar a sus compañeros de armas de la amenaza que se cernía sobre ellos.
Trágicamente, nueve soldados perdieron la vida al ser arrastrados por las corrientes y ahogarse en el río durante el cruce. A pesar de esta pérdida, los supervivientes continuaron con determinación su marcha. Al llegar a la otra orilla, en Yerseke, aún les quedaban veinte kilómetros para llegar a Goes, pero avanzaron con aún más determinación para romper el cerco y socorrer a sus camaradas sitiados.
La repentina aparición de los tercios españoles tomó por sorpresa a las tropas enemigas, cuya moral se desplomó al darse cuenta de que habían sido superadas en astucia y estrategia. Ante el avance imprevisto de las fuerzas españolas por un camino no anticipado, la confusión y el desconcierto se apoderaron de sus filas, obligándolas a emprender una precipitada retirada hacia sus naves en un intento desesperado por salvarse.
Mientras tanto, las tropas al mando de Pacheco, reforzadas por el resto de las fuerzas de la corona hispánica, aprovecharon la confusión del enemigo para lanzar un audaz contraataque desde la fortaleza de Goes. Salieron de sus defensas con determinación y arrojo, embistiendo la retaguardia del ejército anglo-neerlandés con furia y decisión.
El enfrentamiento fue feroz, con los soldados españoles y valones luchando con bravura contra un enemigo superior en número pero debilitado por el desconcierto. En medio del caos y la violencia del combate, las fuerzas de la corona hispánica infligieron graves pérdidas al enemigo, causando entre ochocientas y dos mil bajas en sus filas.
El contraataque español fue un golpe devastador para las fuerzas anglo-neerlandesas, que se vieron obligadas a retroceder en desorden, dejando atrás a sus camaradas caídos y huyendo en busca de refugio en sus naves. Mientras tanto, desde la fortaleza de Goes, resonaban los gritos de victoria de los defensores, cuyo coraje y determinación habían cambiado el curso de la batalla en su favor.
El factor sorpresa y la coordinación impecable permitieron a las fuerzas españolas y sus aliados hacer huir a un enemigo numéricamente superior con mínimas bajas propias.
Sancho Dávila y Cristóbal Mondragón, quienes desempeñaron un papel crucial en la operación para romper el cerco en Goes, serían recordados como verdaderos héroes en la historia militar. Mondragón incluso llegaría a ser Maestre de Campo de su propio tercio, destacando por su valentía y habilidad estratégica.
Además, otros destacados líderes de los tercios españoles, como el Coronel Verdugo, se ganaron un lugar en la historia por su feroz resistencia y perseverancia en la lucha contra los protestantes en Frisia. Verdugo enfrentaría desafíos durante quince años en esta región, demostrando una determinación inquebrantable y un compromiso indomable con la causa española.
Aquí acaba la historia de hoy. Si quieres conocer otra historia parecida, te recomiendo la batalla de Mühlberg, donde once valientes se lanzaron al agua del río entre los dos ejércitos para permitir la victoria de los españoles.
Sin nada más que contar por hoy, solo te pido no olvidar el pasado de tu historia.
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